Quiero creer que en Colombia la gente es servicial,
honesta y trabajadora, me ensaño en ver que sí hay gente dispuesta a ayudar,
y a hacer bien las cosas. Sin embargo todo el día en las ciudades se viven
maratónicas disputas, malos entendidos, falta de comunicación y malas intenciones entre los carros, el que se cola en la fila, el que pasa corriendo por
debajo del puente peatonal en un pique de gacela atravesando la autopista, el
que no devuelve bien las vueltas, o en conclusión el que sólo piensa en
su interés personal.
Cuando habitamos en este mundo con miles de personas más, se
sobrentiende que no solo se vive, sino que se convive, eso implica una coexistencia
pacífica y armoniosa con el resto de seres vivientes en el mismo espacio. Y ese hábitat genera habitus y el habitus genera hábitat. Ese espacio es un elemento activo en la conformación del
orden y la conducta social, pero esa conducta social no siempre está
reglamentada en unos parámetros de ley sino que a veces viene implícito en lo
que consideramos moral o ética. Se
supone que esos parámetros de
comportamiento deben inculcarse en las familias, y en
los colegios como primera instancia, donde posteriormente reflejaría lo que
consideramos ser buenos ciudadanos,
cuando digo esto me refiero en pensar en el otro antes de actuar, generar un comportamiento que construya y no que
menoscabe. Debemos empezar a crear la
necesidad de ser uno más que suma y hace parte de la solución de los conflictos
y aporta a una mejor convivencia.
De aquí hay mucha tela para cortar, desde qué se entiende por ser buen ciudadano, ¿un status posterior a la
nacionalidad que otorga derechos y deberes? o ¿una manera de influir positivamente
en el entorno?
La cultura ciudadana podría verse como ese conjunto de
actitudes y costumbres e incluso normas, pero no necesariamente están escritas
en un papel o en un código, que permitan y logren un bienestar del ciudadano.
Pero pregunto ¿qué hace usted diariamente para contribuir a eso? Últimamente no
hacemos sino quejarnos del imposible tráfico, de lo asfixiante y terrible que
puede ser meterse en un bus articulado de transmilenio y de lo importante que
es no dar papaya. Porque no mejor empezamos a ver las cosas desde otra
óptica de: Hacer la fila, lo cual implica
un trasfondo mayor que esperar en una hilera de carros o personas, es entender
el respeto de que quien llega primero, y no de privilegios otorgados por nombre
de familias prestantes, roscas o vivezas.
Pensar en el otro implica, ver que hay alguien mayor y
ceder la silla, mujeres embarazadas o con niños en brazos. Hacer la fila, la
que sea, la del banco, la del semáforo, la de la tienda etc. Evitar la cultura
del avivato que tanto daño le hace al
país. Esa cultura del avivato, hace referencia específicamente al que sólo
piensa en él, “tengo afán por eso me colo”, “el de adelante está distraído y
por pendejo le quito el puesto”, “es que este mundo es de los vivos”, “sino se
dio cuenta que me dio de más en las vueltas pues de malas”, “lo rompí, pero
nadie me vio”, “acabe el paquete de papas y lo arrojo desde la ventana a la calle”, y así
miles de ejemplos en nuestra cotidianidad que nos impiden convivir bien.
Resulta entonces que si usted rompe algo tiene que reponerlo, y eso lo debió
aprender desde chiquito, pero sino lo hizo todavía está a tiempo, necesitamos
que se ponga la camiseta y aporte, y así vea al otro haciendo las cosas mal
empiece por usted, haga un cambio y contribuya a un mejor habitat.
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