martes, 24 de marzo de 2015

Usted también puede aportar a la educación y la paz



Juliana Córdoba, y Cesar Cano, dos profesores decidieron jugarse el mejor partido de la vida, acompañando por casi dos años a los estudiantes de la escuela en San Juancito, ubicado en San Pedro de Urabá, Antioquia, para enseñarles inglés, geografía, matemáticas y sobre todo como vivir en paz. Ellos han hecho de todo para lograr ayuda de becas, ladrillos, libros, mesas, computadores y cualquier cosa que aporte a una mejor educación. Su tarea es sensibilizar a todo el que se encuentren en su camino de lo relevante de la educación y de cómo en este municipio vale la pena invertir en lo más importante: los niños.
Desde el 2014, la comunidad Enseña por Colombia ha estado trabajando con los  185 estudiantes de la escuela para que tengan mejores condiciones académicas, y de infraestructura, siendo su reto actual lograr la construcción de una biblioteca, y esperan recolectar de donaciones lo necesario para construirla y dotarla. Si usted quiere donar lo puede hacer aquí: https://www.indiegogo.com/projects/bulding-a-library
Dentro de sus estudiantes están Danilo Alean, Carlos Arturo Berrío, Wendys Vanessa Cordero y Neider Manuel Arrieta, quienes decidieron aportarle a su comunidad generando normas de convivencia a partir del fútbol. "Hemos sido testigos directos de la forma agresiva y violenta como se resuelven las diferencias, generando problemas de convivencia y conflictos a nivel personal y comunitario. Este comportamiento ha afectado todos nuestros espacios en comunidad” comenta Danilo.
La violencia en general rompe la cohesión de la comunidad, desintegrándola y polarizándola, muchas veces prolongándola  y trascendiendo a otros niveles de agresión y violencia mayores. Los niños por lo general tienden a imitar los comportamientos de los adultos, resulta preocupante que la agresividad se perpetúe de generación en generación, por eso  este grupo de  estudiantes quisieron  hacer este proyecto que se basa en prácticas comunes mientras se juega y se relacionan en  un partido de fútbol.
 Estos cuatro jóvenes entre los 14 y 17 años se dieron a la tarea de crear una escuela de fútbol, en la que trabajaron en la trasmisión de valores, actitudes positivas y conciliadoras a los niños del municipio. Comenzaron entrenando a niños entre los 5 y 12 años y han aportado a la transformación de la comunidad, en un ambiente seguro y pacífico, con vínculos sociales fuertes, desarrollando la capacidad para relacionarse con el otro y la solución pacífica de controversias.
"Recuerdo que en primaria andaba solo porque era muy bravo y le pegaba a los demás niños; no había un día en el que no tuviera problemas con alguien. Después de una pelea con un compañero la profesora nos obligó a disculparnos.  Por eso pienso que es importante insistirles a los niños en el perdón, pues a partir de esto pueden nacer grandes amigos" menciona Neider Arrieta.
El modelo que estos jóvenes crearon tiene como metodología analizar  el comportamiento de los niños y sus actitudes, llevando un diario de cada entrenamiento. "En las primeras prácticas se evidenciaban la dificultades que tenían los niños para relacionarse entre ellos, se agredían constantemente, excluían y descalificaban a las niñas, impidiéndonos participar en el equipo. Sin embargo,  después todos aprendíamos la importancia de que nosotras las niñas estuviéramos participando" concluye Wendy Vanessa.
La periodicidad del proyecto es semanal. En cinco meses tienen presupuestado identificar jóvenes en todas las veredas del municipio, que tengan habilidades de liderazgo y que estén interesados en continuar entrenando al equipo, siguiendo las directrices e ideas que ya han constituido, hasta que muchos jóvenes se puedan adherir a un sistema de no violencia y paz que empieza por el juego.
 Efectivamente, a partir de este proyecto se rescata el trabajo en equipo y  el respeto. "El diálogo se incrementa pues al terminar las prácticas se reúnen en la cancha, y analizan sus acciones, el que tenga el balón es el único que puede hablar, preguntan lo bueno y lo malo, tienen que respetar quién habla", menciona Danilo. De esta manera se evalúa el juego, las acciones que generaron algo positivo y las que no.
Carlos Berrío nació en 1996 en Tierra Alta, Córdoba, y cuando tenía 12 años empezó a trabajar como raspachín en una vereda del municipio, alternando el colegio con el trabajo. “Decían que estaban reclutando jóvenes en la zona, entonces tuve que abandonar la vereda, me fui junto con tres amigos más y empecé a trabajar como jornalero, tirando machete todo el día y arriando mulas de seis de la mañana a doce del día. Al tercer año tomé la decisión de irme a vivir con mi mamá a san Juancito medio, una vereda ubicada a ocho kilómetros de San Pedro de Urabá. Retomé mis estudios a principios de 2013 e ingresé al grado octavo. Mi sueño es ser futbolista, como Cristiano Ronaldo. Cuando juego se me olvidan todos los problemas y me siento feliz", concluye Carlos.
Finalmente, este proyecto terminó premiado por la Fundación el Nogal, en una iniciativa para recoger a lo largo y ancho del país propuestas de jóvenes que tuvieran como fin la reconciliación y la paz. Aquí estos jóvenes se llevaron el primer puesto, premiando el respeto y la inclusión. Sin embargo el esfuerzo no culmina aquí,  la escuela requiere de muchas cosas, no hay aulas delimitadas para aprender, todo queda al aire libre, y en consecuencia los animales salen y entran de los “salones de clase”,  no hay agua potable y menos una biblioteca. Muchos de estos niños deben llegar a la escuela después de caminatas de más de dos horas, en pésimas condiciones. Es aquí donde entra usted,   si quiere contribuir  le dejamos el link: https://www.indiegogo.com/projects/bulding-a-library finalmente si esperamos la ayuda del gobierno y de cualquier ente burocrático, nos quedaremos esperando. La ayuda rápida y efectiva empieza por nosotros mismos. Ahí les dejo la inquietud.

lunes, 16 de marzo de 2015

¿Y no que el cliente siempre tiene la razón?



Yo definitivamente apoyo el paro ciudadano para exigir un buen servicio por parte de los taxistas

Sí, entiendo que no son todos, pero de cada  diez hay siete con los que me ha ido mal. El servicio de taxi ha desmejorado, no es una novedad. Soy usuaria constante, y debo admitir que la mayoría se molesta si les pido que por favor le bajen el volumen al radio porque voy a recibir una llamada, o peor aún, un taxista me abrió la puerta y me pidió que me bajara por pedirle que cambiara la emisora, “lo siento, pero en mi taxi yo pongo fútbol, y si no le gusta bien pueda” me dijo con voz hasta amable en pleno aguacero, para lo cual no tuve más remedio que escuchar un partido veinte minutos hacia mi casa.  El caso empeora si  no se tiene  el billete exacto para pagar la carrera, o qué me dicen del que a las once de la noche le encanta "ventaniar" y disfrutar de un ambiente único, con una temperatura externa de tres grados centigrados. El ambiente echa chispas  si uno exige ver el taxímetro y corroborar la tarifa,  una vez  uno me dijo alterado que “si era que pensaba que me iba a robar”, cuando en verdad es un derecho querer conocer la tarifa.

La mala actitud comienza si uno les recuerda que el taxímetro empieza en 25 y no en 70. En fin, sí, estamos cansados del mal servicio. Según el señor  Uldarico, el zar de los taxis, se considera un tipo muy modesto, él no tiene que llamar al Presidente, porque es el mismo mandatario quien lo llama, no tiene ni un cupito, ni un taxi, es como la pobre viejecita, sin nada que ponerse, ni nada que comer. Considera que no tiene poder, que lo que él es, es simplemente un tipo frentero que le dice a la ministra pan pan, queso queso, y -paro paro- cuando quiere, aunque lo niegue. Pero eso sí, que nadie se meta con la niña de sus ojos, con sus cupitos y sus carritos amarillos, porque no tendremos sino una gran mafia cerrando las calles de las ciudades en minutos, como cuando se les quiso poner pico y placa y alebrestados salieron a bloquear la ciudad entera, y Ulderico sigue siendo un tipo humilde,que seguro no tuvo ningún poder de convocatoria ni de decisión, él sólo se ocupa del negocito del aeropuerto y del bisoñé.

Creo que la ciudadanía ha sido la que siempre ha quedado por fuera de la disputa, y debería ser por excelencia quien tendría que  escoger. UBER no solo es diferente al servicio de taxi, sino que no representa una amenaza para la totalidad de su mercado. Sólo lo pueden usar quienes tengan dispositivo móvil y datos, adicionalmente  quienes tengan una tarjeta de crédito, entre otras porque no se paga con dinero en efectivo sino que lo debitan de su tarjeta, por tanto muchas personas no clasificamos en ese nicho, y porque  además es más caro; Una vez me monté con una amiga pudiente, y me sorprendió que el señor se presentó con nombre y apellido, y hasta llamó a Martica por su nombre, habían coffee delight para los usuarios, preguntaron que si estaba bien con música o sin música, que qué quería oír, que si la velocidad le parecía adecuada, mejor dicho, por primera vez sentía que alguien le importaba si estaba cómoda o no.  Yo que me he montado en esos taxis que tienen luces de neón por dentro y perritos y tortuguitas que bailan al son del trancón, sagrados rostros, rosarios, dados y demás creatividades artísticas,  me sentía medio rara, además porque últimamente los taxis los manejan una nueva generación de Schumacher Y Fitipaldis que a ritmo de reguetón lo zarandean a uno por dentro de las calles, el ir medio despacio debo admitir, me sorprendió.

Lo que necesitamos es que se componga el servicio de taxis, que se preste con amabilidad y no que uno  pare el taxi, abra la ventana, (porque a veces ni abren la puerta) y  pregunten ¿para dónde va?  y respondan -Uy no, por allá yo no voy reina, yo siempre me he preguntado y entonces ¿para donde será que va el señor? ¿será que toca ir a donde vive la mamá del taxista? o ¿coincidir con la ruta que coge para ir a almorzar? De eso estamos cansados los usuarios. Por supuesto, creo que UBER debe regularse, pero la solución no es censurando y clausurando, sino generando nuevas alternativas. Y con respecto a  las declaraciones de Ulderico que decía que las personas que apoyaban el día sin taxi trabajaban en UBER, o que los medios les pagaban para desprestigiar a los taxistas, No, ni lo uno ni lo otro, sólo soy una usuaria inconforme con el servicio, que exijo que se mejore, y que se permitan soluciones distintas de competencia, es todo, esa es mi humilde opinión, tan humilde como Uldarico.


jueves, 5 de marzo de 2015

La Urbanidad de Socorro




Quiero creer que en Colombia la gente es servicial,  honesta y trabajadora, me ensaño en ver que sí hay gente dispuesta a ayudar, y a hacer bien las cosas. Sin embargo todo el día en las ciudades se viven maratónicas disputas, malos entendidos, falta de comunicación y malas intenciones  entre los carros,  el que se cola en la fila, el que pasa corriendo por debajo del puente peatonal en un pique de gacela atravesando la autopista, el que no devuelve bien las vueltas, o en conclusión el que sólo  piensa en su interés personal. 

Cuando habitamos en este mundo con miles de personas más, se sobrentiende que no solo se vive, sino que se  convive,  eso implica una coexistencia pacífica y armoniosa con el resto de seres vivientes en el mismo espacio.  Y ese hábitat genera habitus y el habitus genera hábitat. Ese espacio  es un elemento activo en la conformación del orden y la conducta social, pero esa conducta social no siempre está reglamentada en unos parámetros de ley sino que a veces viene implícito en lo que consideramos moral o ética.  Se supone que  esos parámetros de comportamiento deben inculcarse en las familias,   y en los colegios como primera instancia, donde posteriormente reflejaría lo que consideramos  ser buenos ciudadanos, cuando digo esto me refiero en pensar en el otro antes de actuar, generar  un comportamiento que construya y no que menoscabe. Debemos empezar a crear la necesidad de ser uno más que suma y hace parte de la solución de los conflictos y aporta a una mejor convivencia. De aquí hay mucha tela para cortar, desde qué se entiende por ser buen ciudadano, ¿un status posterior a la nacionalidad que otorga derechos y deberes? o ¿una manera de influir positivamente en el entorno?  

La cultura ciudadana podría verse como ese conjunto de actitudes y costumbres e incluso normas, pero no necesariamente están escritas en un papel o en un código, que permitan y logren un bienestar del ciudadano. Pero pregunto ¿qué hace usted diariamente para contribuir a eso? Últimamente no hacemos sino quejarnos del imposible tráfico, de lo asfixiante y terrible que puede ser meterse en un bus articulado de transmilenio y de lo importante que es no dar papaya. Porque no mejor empezamos a ver las cosas desde otra óptica de: Hacer la fila, lo cual implica un trasfondo mayor que esperar en una hilera de carros o personas, es entender el respeto de que quien llega primero, y no de privilegios otorgados por nombre de familias prestantes, roscas o vivezas.


Pensar en el otro implica, ver que hay alguien mayor y ceder la silla, mujeres embarazadas o con niños en brazos. Hacer la fila, la que sea, la del banco, la del semáforo, la de la tienda etc. Evitar la cultura del avivato que tanto daño le hace al país. Esa cultura del avivato, hace referencia específicamente al que sólo piensa en él, “tengo afán por eso me colo”, “el de adelante está distraído y por pendejo le quito el puesto”, “es que este mundo es de los vivos”, “sino se dio cuenta que me dio de más en las vueltas pues de malas”, “lo rompí, pero nadie me vio”, “acabe el paquete de papas y lo arrojo desde la ventana a la calle”, y así miles de ejemplos en nuestra cotidianidad que nos impiden convivir bien. Resulta entonces que si usted rompe algo tiene que reponerlo, y eso lo debió aprender desde chiquito, pero sino lo hizo todavía está a tiempo, necesitamos que se ponga la camiseta y aporte, y así vea al otro haciendo las cosas mal empiece por usted, haga un cambio y contribuya a un mejor habitat.