Juliana Córdoba, y Cesar Cano, dos profesores decidieron jugarse el mejor partido de la vida,
acompañando por casi dos años a los estudiantes de la escuela en San Juancito, ubicado en San Pedro de Urabá, Antioquia, para enseñarles inglés, geografía, matemáticas y sobre todo como vivir en paz. Ellos han hecho de todo para lograr ayuda de becas, ladrillos, libros, mesas, computadores y cualquier cosa que aporte a una mejor educación. Su tarea es sensibilizar a todo el que se
encuentren en su camino de lo relevante de la educación y de cómo en este municipio vale la
pena invertir en lo más importante: los niños.
Desde el 2014, la comunidad Enseña
por Colombia ha estado trabajando con los 185 estudiantes de la escuela para que tengan mejores
condiciones académicas, y de infraestructura, siendo su reto actual lograr la
construcción de una biblioteca, y esperan recolectar de donaciones lo necesario
para construirla y dotarla. Si usted quiere donar lo puede hacer aquí: https://www.indiegogo.com/projects/bulding-a-library
Dentro de sus estudiantes están Danilo
Alean, Carlos Arturo Berrío, Wendys Vanessa Cordero y Neider Manuel Arrieta, quienes
decidieron aportarle a su comunidad generando normas de convivencia a partir
del fútbol. "Hemos sido testigos directos de la forma agresiva y violenta
como se resuelven las diferencias, generando problemas de convivencia y conflictos
a nivel personal y comunitario. Este comportamiento ha afectado todos nuestros
espacios en comunidad” comenta Danilo.
La violencia en general rompe la
cohesión de la comunidad, desintegrándola y polarizándola, muchas veces prolongándola
y trascendiendo a otros niveles de
agresión y violencia mayores. Los niños por lo general tienden a imitar los
comportamientos de los adultos, resulta preocupante que la agresividad se
perpetúe de generación en generación, por eso este grupo de
estudiantes quisieron hacer este proyecto
que se basa en prácticas comunes mientras se juega y se relacionan en un partido de fútbol.
Estos cuatro jóvenes entre los
14 y 17 años se dieron a la tarea de crear una escuela de fútbol, en la que
trabajaron en la trasmisión de valores, actitudes positivas y conciliadoras a
los niños del municipio. Comenzaron entrenando a niños entre los 5 y 12 años y
han aportado a la transformación de la comunidad, en un ambiente seguro y
pacífico, con vínculos sociales fuertes, desarrollando la capacidad para
relacionarse con el otro y la solución pacífica de controversias.
"Recuerdo que en primaria andaba
solo porque era muy bravo y le pegaba a los demás niños; no había un día en el
que no tuviera problemas con alguien. Después de una pelea con un compañero la
profesora nos obligó a disculparnos. Por eso pienso que es importante
insistirles a los niños en el perdón, pues a partir de esto pueden nacer
grandes amigos" menciona Neider Arrieta.
El modelo que estos jóvenes crearon
tiene como metodología analizar el comportamiento de los niños y sus
actitudes, llevando un diario de cada entrenamiento. "En las primeras
prácticas se evidenciaban la dificultades que tenían los niños para relacionarse
entre ellos, se agredían constantemente, excluían y descalificaban a las niñas,
impidiéndonos participar en el equipo. Sin embargo, después todos
aprendíamos la importancia de que nosotras las niñas estuviéramos
participando" concluye Wendy Vanessa.
La periodicidad del proyecto es
semanal. En cinco meses tienen presupuestado identificar jóvenes en todas las veredas
del municipio, que tengan habilidades de liderazgo y que estén interesados en
continuar entrenando al equipo, siguiendo las directrices e ideas que ya han
constituido, hasta que muchos jóvenes se puedan adherir a un sistema de no
violencia y paz que empieza por el juego.
Efectivamente, a partir de este
proyecto se rescata el trabajo en equipo y el respeto. "El diálogo
se incrementa pues al terminar las prácticas se reúnen en la cancha, y analizan
sus acciones, el que tenga el balón es el único que puede hablar, preguntan lo
bueno y lo malo, tienen que respetar quién habla", menciona Danilo. De
esta manera se evalúa el juego, las acciones que generaron algo positivo y las
que no.
Carlos Berrío nació en 1996 en Tierra
Alta, Córdoba, y cuando tenía 12 años empezó a trabajar como raspachín en una vereda del municipio,
alternando el colegio con el trabajo. “Decían que estaban reclutando jóvenes en
la zona, entonces tuve que abandonar la vereda, me fui junto con tres amigos
más y empecé a trabajar como jornalero, tirando machete todo el día y arriando
mulas de seis de la mañana a doce del día. Al tercer año tomé la decisión de
irme a vivir con mi mamá a san Juancito medio, una vereda ubicada a ocho
kilómetros de San Pedro de Urabá. Retomé mis estudios a principios de 2013 e
ingresé al grado octavo. Mi sueño es ser futbolista, como Cristiano Ronaldo.
Cuando juego se me olvidan todos los problemas y me siento feliz",
concluye Carlos.
Finalmente, este proyecto terminó
premiado por la Fundación el Nogal, en una iniciativa para recoger a lo largo y
ancho del país propuestas de jóvenes que tuvieran como fin la reconciliación y
la paz. Aquí estos jóvenes se llevaron el primer puesto, premiando el respeto y la inclusión. Sin embargo el esfuerzo no culmina aquí,
la escuela requiere de muchas cosas, no
hay aulas delimitadas para aprender, todo queda al aire libre, y en
consecuencia los animales salen y entran de los “salones de clase”, no hay agua potable y menos una biblioteca. Muchos
de estos niños deben llegar a la escuela después de caminatas de más de dos
horas, en pésimas condiciones. Es aquí donde entra usted, si
quiere contribuir le dejamos el link: https://www.indiegogo.com/projects/bulding-a-library finalmente si esperamos la ayuda del gobierno y de cualquier ente burocrático, nos quedaremos esperando. La ayuda rápida y efectiva empieza por nosotros mismos. Ahí les dejo la inquietud.